Ay qué ver. Aquí en Australia finales de agosto y principios de septiembre no significa nada especial en el calendario anual, pero recuerdo con cariño y algo de nostalgia aquellos días de finales de verano de cuando era crío. Normalmente estaba en el pueblo de mis abuelos maternos y finales de agosto significaba volver a Madrid y volver al colegio. Dos meses en el pueblo, y según mi madre, volvía asalvajado a casa. Y lo que es más, Madrid me parecía desconocido: los autobuses más rojos de cuando los dejé, el piso de mis padres más pequeño, mis amigos del barrio cambiados y todas las calles barnizadas de un material que las hacía más brillantes y bonitas, como cuando observas algo por primera vez o tras mucho tiempo de no haberlo visto. El caso es que en mi mente de chaval dos meses de verano en el pueblo eran una eternidad, hasta llegué a escribir cartas a algún amigo que se habia quedado sin verano en Madrid. A veces intento recuperar esa forma de ver la vida y entrenar a mi cerebro para que el tiempo se estire y parezca más largo, pero es inútil, he perdido esa capacidad y la vida se pasa en un suspiro. Excepto en la cola de la caja del supermercado, que entonces sí que al cerebro le da por ponerse en modo "alargar el tiempo" y lo hace fenomenal.
Septiembre era sinónimo de novedad. Libros nuevos, o al menos nuevos para mí, ya que siempre los heredaba de mi hermano. Curso nuevo, profesor nuevo, algún que otro compañero nuevo y nuevos retos y cosas que aprender. Creo que siempre he sido un niño algo raro y me encantaba la idea de volver al colegio y aprender cosas nuevas. Me apasionaba ir al "El Corte Inglés" y ver las pilas y estanterías de libros, bolígrafos, gomas de borrar y lápices de colores. Me motivaba la novedad.
Septiembre, con la llegada del otoño, la caída de las hojas, el anticipo del frío, las nuevas series de televisión y el inicio de un capítulo en la vida. Tanto es así que hasta que terminé la carrera mis años no los contaba desde enero hasta diciembre, sino de septiembre a agosto.
Feliz fin del verano para los que estáis en el hemisferio norte y feliz vuelta a la normalidad.
Un beso.
Óscar P.C.
Septiembre era sinónimo de novedad. Libros nuevos, o al menos nuevos para mí, ya que siempre los heredaba de mi hermano. Curso nuevo, profesor nuevo, algún que otro compañero nuevo y nuevos retos y cosas que aprender. Creo que siempre he sido un niño algo raro y me encantaba la idea de volver al colegio y aprender cosas nuevas. Me apasionaba ir al "El Corte Inglés" y ver las pilas y estanterías de libros, bolígrafos, gomas de borrar y lápices de colores. Me motivaba la novedad.
Septiembre, con la llegada del otoño, la caída de las hojas, el anticipo del frío, las nuevas series de televisión y el inicio de un capítulo en la vida. Tanto es así que hasta que terminé la carrera mis años no los contaba desde enero hasta diciembre, sino de septiembre a agosto.
Feliz fin del verano para los que estáis en el hemisferio norte y feliz vuelta a la normalidad.
Un beso.
Óscar P.C.