26/3/08

El gato de Pradi

Corrían los tiempos de la universidad y nos encontrábamos en la temporada de estudio previa a los exámenes. A pesar de los nervios, las jornadas de nueve de la mañana a nueve de la noche y la no diferencia entre día de la semana y día festivo, recuerdo esas épocas como especiales y divertidas, en las que la unión entre amigos y compañeros de estudio era palpable y llegaba a emocionarme.


La rutina era llegar pronto a la biblioteca, coger un buen sitio y reservar para aquéllos menos madrugadores, desayunar un cafelito y después, primera tanda de estudio. Solíamos charlar bastante, porque más que un estudio individual, era colectivo; no faltaban bromas y risas que tenían que ser prudentes para no molestar al personal. Los descansos era donde dábamos rienda suelta a los nervios y al hablar comedido obligatorio en la sala de lectura. Y las comidas en aquéllas mesas redondas de la cafetería daban lugar a sesiones de ideas y chistes realmente ingeniosos.


Uno de los años de la carrera, no recuerdo ya cuál, se unió a nosotros en una de estas etapas un chaval que parecía majete. Le apodamos Pradi (y la historia de por qué así es un poco larga y absurda, así que me la evito). El caso es que Pradi me pareció un tipo majete y agradable, y para ser un casi recién conocido, le confié alguna que otra inmidad.


Un día, nos encontrábamos en uno de los descansos y el tema era animales domésticos. Pradi nos contó, con todo lujo de detalles, la historia de un gato que había tenido hace tiempo. Pradi le había repetido insistentemente la palabra "hola" hasta que el gato, fijaos qué proeza, aprendió a decir "hola" de forma nítida y clara. Pradi imitaba a su minino una y otra vez "hola, hola". Y por cada "hola" que decía, mi imagen y confianza en Pradi iban cayendo en picado. Me sentí decepcionado, la verdad. No me gusta nada que me mientan. Yo le repetía que seguro que era mentira, pero él se reafirmaba en su historia.


Con el tiempo observé que a Pradi le encantaba contar historias para ser el centro de atención, y las aderezaba con dosis extras de sexo, animales parlantes o grandes fracasos emocionales. Pero a partir de entonces, todas los cuentos de Pradi me parecían rodeados de un pequeño halo de falsedad.

Bueno, la historia del gato de Pradi se convirtió en una broma recurrente entre aquellos que escuchamos de viva voz la vida de aquel animalín.

Hasta que fijaos casualidades de la vida, mi compañera de trabajo, Anita, me envió este curioso vídeo que me dejó petrificado, mis ojos como platos. El vídeo muestra a un perrito que es capaz de interpretar los números y dar un número de ladridos equivalente a dicha cifra. O le dices un mes y te ladra tantas veces como meses. Realmente impresionado.

¿Hablaría el gato de Pradi y yo fui demasiado incrédulo? Menos mal que el perro ladra por cada número, porque si ya llega a decir el número, me quedó muerto frente a la computadora y remuevo cielo y tierra para pedir perdón a Pradi.

Aquí os dejo el vídeo. Un beso a todos.




13/3/08

Reunión Familiar

El sábado pasado tuvimos una reunión familiar. El motivo era algo triste, ya que hacía un año que había muerto mi tío Juanjo, que era adorable, y nos juntamos tíos y primos para una misa funeral. Uno se puede decir a sí mismo que no hace falta un día en el calendario para acordarse de un ser querido que se ha ido, pero el caso es que, si no se ponen estas fechas específicas, uno no hace el esfuerzo de tomar el coche, conducir 200 km y dedicar el fin de semana a la familia.
Mis primos son buenas personas. Además, todos son siempre amables, gastan bromas continuamente, son muy trabajadores y en sí, si los conocierais, coincidiríais conmigo. Pero a mí me cuesta mucho integrame con ellos. Me cuesta meterme en sus conversaciones, especialmente cuando son en grupo, me cuesta estar a gusto al cien por cien y en resumen, prefiero ser espectador a actor.
Esta falta de integración me causaba mis quebraderos de cabeza: "¿seré yo un tipo raro?", "¿seré tan antipático que con lo buenos que ellos son conmigo yo no correspondo?" y un largo etcétera.
La semana pasada, antes de la susodicha reunión, andaba yo en estas cábalas, cuando me dije a mí mismo que parara. Ya tengo casi 30 añitos, y son muchas las veces que he intentado con todas mis fuerzas integrame, muchas veces sin éxito. Me pasó en el instituto allá por los 14, 15 años. Me pasó en el trabajo anterior al de ahora. Me pasó en una asociación que estuve en la universidad. Y mira, francamente, ya sé quién y cómo soy y que tengo capacidad de llevarme bien con la gente, para andarme preocuando aún.
Así que decidí ser natural, como el yogur. Y mi plan iba funcionando bien. Estábamos en la mesa y mis primos se reían y gastaban bromas en relación a su última reunión, unas semanas antes, en Zaragoza. Y yo, escuchaba atento, pero nada más. En eso, mi madre, "Super Mamá", suelta en medio de la mesa de 25 personas, en un tono de voz perfectamente audible hasta por el hermano de mi tía que tiene 80 años y es sordo:
- "¡Oye!, haced caso a Óscar, que no le hacéis ni caso y el pobre está ahí sin hablar.
¡Mi madre! (y nunca mejor dicho). No había contemplado en mi plan la opción "qué hacer si mi madre grita en la mesa delante de todos que me hagan caso, por favor, porque no participo en la conversación". Estoicamente, aguante como pude y sonreí, diciendo "Mamá, por favor".
El fin de semana pasó y aquí me hallo de nuevo, a resguardo con las personas con las que no me cuesta hablar.
Y como ya está aquí la Semana Santa, os quiero desear lo mejor. Pasadlo estupendamente.
Un abrazo enorme.

7/3/08

Érase una vez un país democrático ...

Érase una vez un país que, tras muchos años de malos gobiernos, pobreza y dictaduras, llegó a consolidar un sistema democrático que permitió a sus ciudadanos, por fin, vivir en paz y en libertad construyendo, poco a poco, una nación para todos y entre todos.

Pero en ese país, unos cuantos aún se empeñan en alzar su voz con el lenguaje de las pistolas, las amenazas, los secuestros y los asesinatos. Es decir, esos cuantos utilizan para imponer sus ideas las armas contras las durante tanto tiempo se luchó.
Así pasaron los años y llegó un tiempo, en que se acercaban elecciones y todos los políticos argumentaban sus ideas y sus planes de futuro a la vez que los ciudadanos, interesados, decidían a quién votar.

Dos días antes de dichas elecciones, ese grupo mató, tiroteando por la espalada a la salida de su casa, en presencia de su mujer y su hija, a un señor de 42 años, empleado de cobrar el peaje en una autopista de su provincia y ex-concejal de una partido político. Es decir, un ciudadano normal y corriente, de los 44,99 millones de este país, que mejor o peor, ha cometido el único delito de vivir aquí o cruzarse en el camino de estos señores.

Y así, el país entero volvió a llorar y a quedarse triste.

El país se llama España, el grupo terrorista se llama ETA, el señor se llama Isaías Carrasco y el que escribe esto es un ciudadano más, a quien también le puede pasar esto, y que con todas sus fuerzas grita ¡BASTA YA!

Mi más sincero pésame.

6/3/08

Tesis y más tesis

Mi vida es monotemática en ese momento: tesis.

Incluso cuando a mi alrededor están sucediendo eventos importantes, como las elecciones al parlamento del próximo fin de semana, o la reunión familiar de tíos y primos este sábado; o no tan importantes como un dolor que se ha instalado cómodamente en mi garganta o las famosas cucarachas de mi casa que siguen saliendo a pasear a horas intempestivas por mi habitación, ...

¡No importa! ¡Es inútil! Mi tema de conversación siempre acaba en un "pues he decidido cambiar al tamaño de letra y dejar un margen de cuatro centímetros y medio a la izquierda de cada página en la tesis, ¿qué pensáis?".

Pero, ya queda poco. En unos días remato las últimas correcciones y llevaré a encuadernar los tomos, por lo que de golpe y porrazo, volveré a las meditaciones de la energía renovable, el plan hidrológico nacional o la última historia divertida que he escuchado en el autobús de camino al trabajo.

Un abrazo para todos.