30/4/08

No hay nada como unas palabras

Ayer iba en el autobús camino a Madrid después de una jornada de trabajo no muy productiva.
Mi cabeza iba por si sola dándole vueltas a mi futuro trabajo y a la posibilidad de si responderé a las expectativas en torno a mí y seré capaz de ser resolutivo y eficiente. Siempre que me he ido fuera o empezado un nuevo trabajo no puedo evitar tener este tipo de pensamientos. Además, el otro día me enviaron un documento "básico" para que me fuera introduciendo en los temas que abodaré allí. Qué desesperación cuando el documento "básico e introductorio" era equivalente a leer chino cantonés (qué dicen es más difícil que el mandarín si cabe).

En esto sonó mi teléfono ("rin rin") y al otro lado estaba la inconfundible voz de César, siempre cargado de energía y optimismo: "¡¡¡hola óscar!!!, ¿¿qué tal estás??".
Tras una breve conversación de atletismo, votos de castidad, pobreza y obediencia (como véis, son variadas nuestras conversaciones) le conté lo que me rondaba en el pensamiento. César, inmediatamente y con esa seguridad que le caracteriza me soltó un "pues claro que vas a ser capaz, no lo dudo en absoluto". Es justo lo que necesitaba oír. Y es que las palabras de ánimo y aliento me llenan de seguridad y de ganas de enfretarme al asunto. Mi actitud cambió radicalmente y aquí me tenéis hoy de lo más contento y confiado.

Más tarde, fui al cine a ver "Mil Años de Oración" (A thousand year of good prayers") y me quedé con una frase que dijo la protagonista y que era algo así:
"Crecí con un idioma (el chino) con el que nunca aprendí a expresar ni hablar de sentimientos, así que aprender un nuevo idioma (el inglés) me fue fácil y agradable".
La película en cuestión habla de una mujer china que emigró 12 años antes a Estados Unidos y recibe la visita de su padre desde Pekín después de todo este tiempo.

Pero lo que quería deciros es que las dos historias que he contado desembocan en lo mismo. En lo importante que son las palabras, la forma de usarlas para expresarnos y hacernos sentir bien (o mal) y al fin y al cabo, para comunicarnos. Creo sin duda que el lenguaje nos hace crecer (o empequeñecer) y que de la actitud de cada uno hacia los demás y viceversa es uno de los grandes componentes de esta vida.

Buen día del trabajador para todos.
En especial, un saludo muy fuerte para Isa, que está lejos de casa conquistando territorios nórdicos (aunque a veces su labor de conquista se quede a la espera porque ella se queda encerrada en un ascensor).


28/4/08

Días de mal humor

Hay días que me levanto y casi desde el momento en ver mi cara reflejada en el espejo del baño sé que no me encuentro bien. Y me pregunto a qué se debe este estado de ánimo si rencién me despierto: habré soñado con algo que no me gustaba, habré descansado mal o me habré acostado con mal pie y con mal pie amanezco.
Y así, me arrastró calle abajo hasta la estación de autobuses, me cruzo con mi jefe en el pasillo estrecho del autobús y me dirige un saludo que denota que él también se levantó, se miró al espejo y se vió de mal humor.
Y llegó al trabajo y me voy solo a tomar un café porque no me siento buen acompañante. Porque no me apetece estar con nadie. Subo al despacho y cierro mi puerta y abro la ventana con la esperanza de que el aire del campo sea un bálsamo que me amanse.
Y por una parte, odio estar así, pero por otra, me digo que hay días buenos y días malos, sin pensar de forma trascente en mi vida.
Así que sin más, os deseo un buen día.
Un abrazo para todos.

23/4/08

Advertencia: correr engancha.

Creo que siempre he sido más o menos deportista. Cuando tenía 6 años, mis padres me apuntaron a natación a la piscina del barrio y desde entonces adquirí el hábito de hacer deporte asiduamente. Nunca me olvidaré de una de mis monitoras de aquellos cursos, Pilar, una mujer gorda y con un tono de voz que parecía que siempre estaba de mal humor. La recuerdo gritando: "Óscar, ese brazo", "Óscar, la cabeza no tan dentro", "Óscar, la voltereta en la pared", ... Realmente fue la que más me enseñó y a la monitora que recuerdo con más cariño.
Sin embargo, el hábito de correr no lo he adquirido hasta hace relativamente pronto. Mi amiga Mónica se preparó la San Silvestre de Madrid y acabó encantada de sus progresos. Empezó corriendo 5 minutos y acabó los 10 kilómetros. Ella no paraba de hablar de las virtudes de correr y lo divertidas que eran las carreras. Así que un día, me apunté a la Melonera, la carrera popular del que entonces era mi barrio, Arganzuela. Me fui al Decathlón y me compré mis primeras zapatillas de correr que aún guardo como recuerdo de mis inicios.
Mónica y yo nos pusimos a entrenar por el que sería el recorrido de la carrera. Nos sirvió para conocer mejor el barrio y marcarnos objetivos que cada día cumplíamos, con la consiguiente satisfacción.

Pero lo mejor estaba por llegar, la carrera en sí. Me encantó el ambiente de fiesta, de deporte, la gente gritando y cantando antes del pistoletazo de salida, el público animando y el hecho de tantas personas haciendo algo al mismo tiempo de buen humor.
Desde entonces no he parado. Entrenar e ir a las carreras es una forma de quedar con amigos, de socializar, de pasarlo bien y de estar en forma. Cada vez que voy a una carrera me siento parte de una comunidad, una comunidad que me gusta, que se divierte y como algo alternativo a la cultura de las cervezas y las discotecas, que también está muy bien, pero no como único divertimiento.

Así que os animo a todos.
Un abrazo en especial a todos mis compañeros de correr: Sonia, Luis, César (de Pablo), César (de Andrés), Mónica, Mauri, Sarah, Wep, Javi, Cristinetta, ...
Y aquí alguna foto de la media maratón de Madrid que fue hace unas semanas.

15/4/08

Enjuto Mojamuto

Últimamente me veo cada vez más rarete, o como se ha puesto de moda, más "friki".
Quizás lo haya sido siempre y no me haya dado cuenta.

Por ejemplo, me trago todos los documentales que echen en la tele y cada vez que mi amigo Nico llega a casa y me ve, suelta: ¿Qué documental estás viendo hoy?" o "Joé, qué cultureta".

O siempre he sido un fan de los trenes y los metros. Me sé casi todas las estaciones de la red de metro de Madrid y de otras tantas redes de metro del mundo. Me fascina simplemente ver pasar trenes.

Pero lo que últimamente me tiene enganchado es Enjuto Mojamuto. Introducido por dos de mis compañeros de trabajo, aquí os pongo dos de sus vivencias:

"Me siento GIF":



Y "El peor día de mi vida":



Abrazos.

Próxima estación: Sydney Central

Desde hace tiempo tengo a mi mente preparada para el que será mi siguiente paso profesional. Ya hace algunas semanas desde que sé con seguridad que en el próximo junio me mudaré a Sydney y empezaré mi nuevo empleo allí.

Sin embargo, cuando ayer abrí el correo electrónico, como cada mañana, y vi el contrato de trabajo, mi corazón dió un vuelco. Parecía que se salió del mapa de mi cuerpo y se colocó algo más abajo, como imitando la posición de Australia en los atlas.

Leí con detenimiento cada párrafo con algo de nerviosismo y finalmente, allí estaban las líneas punteadas que una vez firmadas serían indicación simbólica de que ya no hay vuelta atrás. Pasaron por mi mente multitud de pensamientos, llamé a mis padres para decírselo una vez más y estampé mi firma de niño de 10 años queriendo ser mayor (a veces me he planteado cambiarla, pero ya me identifico totalmente con ella, aunque admito que de inventarla hoy, sería diferente).
Y acto seguido, me invadió una alegría, una satisfacción de tener un proyecto, una responsabilidad a cumplir y sobre todo, mucho por aprender y por vivir.

Un abrazo para todos y un mapa Australia-céntrico.

9/4/08

7/4/08

Madre no hay más que una

El viernes por la tarde me llamó mi madre al teléfono.
- "Óscar, cariño, ¿te puedes venir mañana por casa pronto y me acompañas a la compra?
- "Claro mami, allí estaré".
Es la primera vez en muchos años que mi madre me pide que vaya a la compra con ella. Ella es una super-madre, como muchas mujeres de su generación que trabajaban, cuidaban de los niños y hacían todas las labores del hogar, y por lo tanto, la mía siempre ha sido autosuficente y estaba y está ahí dispuesta para casi cualquier cosa.
Por eso, cada vez que mi madre me pide algo así, noto que se va haciendo mayor. Y no solo mi madre, sino también mi padre.
Pero a la vez, me encanta poder devolver, aunque sea con algo tan pequeño como ir al supermercado, parte de todo lo que me han dado mis padres.
La mañana de compras fue muy especial. Madre e hijo paseando por la tienda y hablando un poco de todas nuestras cosas. Hacía tiempo que no compartía a mi madre y la tenía para mí toda una mañana.
Un besote a todas las madres, y en especial a la mía.
Y aquí os dejo una foto de mis padres. Mi padre supersonriente y mi madre, como siempre, protestando porque no quiere salir en la foto:



óscar.