Ayer iba en el autobús camino a Madrid después de una jornada de trabajo no muy productiva.
Mi cabeza iba por si sola dándole vueltas a mi futuro trabajo y a la posibilidad de si responderé a las expectativas en torno a mí y seré capaz de ser resolutivo y eficiente. Siempre que me he ido fuera o empezado un nuevo trabajo no puedo evitar tener este tipo de pensamientos. Además, el otro día me enviaron un documento "básico" para que me fuera introduciendo en los temas que abodaré allí. Qué desesperación cuando el documento "básico e introductorio" era equivalente a leer chino cantonés (qué dicen es más difícil que el mandarín si cabe).
En esto sonó mi teléfono ("rin rin") y al otro lado estaba la inconfundible voz de César, siempre cargado de energía y optimismo: "¡¡¡hola óscar!!!, ¿¿qué tal estás??".
Tras una breve conversación de atletismo, votos de castidad, pobreza y obediencia (como véis, son variadas nuestras conversaciones) le conté lo que me rondaba en el pensamiento. César, inmediatamente y con esa seguridad que le caracteriza me soltó un "pues claro que vas a ser capaz, no lo dudo en absoluto". Es justo lo que necesitaba oír. Y es que las palabras de ánimo y aliento me llenan de seguridad y de ganas de enfretarme al asunto. Mi actitud cambió radicalmente y aquí me tenéis hoy de lo más contento y confiado.
Más tarde, fui al cine a ver "Mil Años de Oración" (A thousand year of good prayers") y me quedé con una frase que dijo la protagonista y que era algo así:
"Crecí con un idioma (el chino) con el que nunca aprendí a expresar ni hablar de sentimientos, así que aprender un nuevo idioma (el inglés) me fue fácil y agradable".
La película en cuestión habla de una mujer china que emigró 12 años antes a Estados Unidos y recibe la visita de su padre desde Pekín después de todo este tiempo.
Pero lo que quería deciros es que las dos historias que he contado desembocan en lo mismo. En lo importante que son las palabras, la forma de usarlas para expresarnos y hacernos sentir bien (o mal) y al fin y al cabo, para comunicarnos. Creo sin duda que el lenguaje nos hace crecer (o empequeñecer) y que de la actitud de cada uno hacia los demás y viceversa es uno de los grandes componentes de esta vida.
Buen día del trabajador para todos.
En especial, un saludo muy fuerte para Isa, que está lejos de casa conquistando territorios nórdicos (aunque a veces su labor de conquista se quede a la espera porque ella se queda encerrada en un ascensor).
Mi cabeza iba por si sola dándole vueltas a mi futuro trabajo y a la posibilidad de si responderé a las expectativas en torno a mí y seré capaz de ser resolutivo y eficiente. Siempre que me he ido fuera o empezado un nuevo trabajo no puedo evitar tener este tipo de pensamientos. Además, el otro día me enviaron un documento "básico" para que me fuera introduciendo en los temas que abodaré allí. Qué desesperación cuando el documento "básico e introductorio" era equivalente a leer chino cantonés (qué dicen es más difícil que el mandarín si cabe).
En esto sonó mi teléfono ("rin rin") y al otro lado estaba la inconfundible voz de César, siempre cargado de energía y optimismo: "¡¡¡hola óscar!!!, ¿¿qué tal estás??".
Tras una breve conversación de atletismo, votos de castidad, pobreza y obediencia (como véis, son variadas nuestras conversaciones) le conté lo que me rondaba en el pensamiento. César, inmediatamente y con esa seguridad que le caracteriza me soltó un "pues claro que vas a ser capaz, no lo dudo en absoluto". Es justo lo que necesitaba oír. Y es que las palabras de ánimo y aliento me llenan de seguridad y de ganas de enfretarme al asunto. Mi actitud cambió radicalmente y aquí me tenéis hoy de lo más contento y confiado.
Más tarde, fui al cine a ver "Mil Años de Oración" (A thousand year of good prayers") y me quedé con una frase que dijo la protagonista y que era algo así:
"Crecí con un idioma (el chino) con el que nunca aprendí a expresar ni hablar de sentimientos, así que aprender un nuevo idioma (el inglés) me fue fácil y agradable".
La película en cuestión habla de una mujer china que emigró 12 años antes a Estados Unidos y recibe la visita de su padre desde Pekín después de todo este tiempo.
Pero lo que quería deciros es que las dos historias que he contado desembocan en lo mismo. En lo importante que son las palabras, la forma de usarlas para expresarnos y hacernos sentir bien (o mal) y al fin y al cabo, para comunicarnos. Creo sin duda que el lenguaje nos hace crecer (o empequeñecer) y que de la actitud de cada uno hacia los demás y viceversa es uno de los grandes componentes de esta vida.
Buen día del trabajador para todos.
En especial, un saludo muy fuerte para Isa, que está lejos de casa conquistando territorios nórdicos (aunque a veces su labor de conquista se quede a la espera porque ella se queda encerrada en un ascensor).