6/8/09

Viernes

Estimados todos:
Llegó el viernes, y con él los planes para el fin de semana. Mañana tendré día de playa, picnic, fútbol o voleibol y cumpleaños de una amiga. ¡Me encantan este tipo de planes!
El domigo haré una carrera de 14 km. desde el centro de Sydney hasta la playa de Bondi. Y una vez allí, el equipo con el corro monta una carpa y hacen barbacoa, dan bebidas y pasas el día de lo más animado charlando y comiendo. No solo mi equipo, sino muchas empresas para sus empleados u otros equipos o asociaciones.
¿Cómo se presenta vuestro finde?
Os dejo un artículo de EL PAÍS de hoy que me ha llamado la atención:
Abrazos.
óscar.

4/8/09

Atún en aceite (de oliva)

Como siempre iba con la idea de comprar no mucho en el supermercado, ya que mi mochila tiene una capacidad limitada y recorrer los 8 minutos que lo separan de mi casa en bicicleta no es tarea fácil si se tienen bultos de más.

Y como siempre, una vez dentro del supermercado, cesta en mano, me dejo llevar por el instinto primario de hacer acopio de víveres para no pasar hambre en caso de que un grupo de alienígenas considere oportuno conquistar la Tierra al día siguiente y a mí me pille la invasión exterior sin nada en el interior de la despensa. Bueno, el instinto de supervivencia y para que negarlo, el efecto hipnotizador de los colores, las frutas perfectamente colocadas y los productos cuidadosamente apilados pidiendo a gritos que los escojas para tu cena; cena a compartir o no con los alienígenas, esto ya, al gusto de cada uno.

Total, que como siempre, me planté en la caja con mi cesta, reminiscencia de mi idea inicial de compra ligera, metida en el carrito y rodeada de una pila de productos.

Así que cargado con mis bolsas, repartidas a cada lado del manillar de la bicicleta para la balancear la carga, me dispuse a ir andando hasta casa. Inútil ir pedaleando con tanta carga.

Pues bien, no hago más que andar escasos metros cuando oigo un ruido y veo que una, dos, y por fin tres latas de atún se han escapado, no sé cómo, de una de mis bolsas y “pof”, “pof”, “pof”, caen al suelo y salen rodando.

- ¡Mierda! – me salió de dentro.

Después de unos malabares para dejar estable la bicicleta con tanta carga, me dispongo a recoger las latas de atún. Las meto en la bolsa y “pof”, “pof”, “pof” se me escapan de nuevo. Claro, debí pensarlo antes, la bolsa estaba agujereada. Mientras mi cerebro hacía esta simple inferencia, alguien corrió hacia mí y ágilmente se agachó. Para mis adentros, malpensado, pensé: “lo que me faltaba, un ladrón de latas de atún en aceite (de oliva)”.

Pero para mí sorpresa, era una niña que con una sonrisa me acerca las latas de atún, orgullosa de hacer algo para ayudarme. Me pareció un gesto tan amable, tan bonito, tan desinteresado, tan agradable, que embriagado en una profunda gratitud le sonreí de vuelta y le dije gracias tres veces, haciendo hincapié para que captara cuánto me había conmovido y agradecía su acción.

También se me pasó por la cabeza el regalarle una lata, pero no me pareció un regalo muy atractivo para una niña de 8 años, por mucha “omega 3” y virtudes que posea el atún enlatado.

La niña se alejó tan fugaz y rápidamente como apareció, ya que sus padres estaban igual de atónitos que yo y les salió una pregunta de “¿qué estás haciendo?” que quedó respondida al instante. Supongo que se sentirían orgullosos de su retoño.

Y yo volví a mi casa tan contento, pensando que en el mundo hay personas dispuestas a ayudarte a coger las latas de atún cuando se caen al suelo.

Abrazos para todos.
óscar
Sydney, 5 de agosto de 2009.

PS: Joaquín, a la próxima entrada cuento algo de Tailandia y pongo alguna foto.