20/3/17

Diluvio (pensamiento #3)

Llueve y llueve sin parar, como si las nubes se hubieran partido en mil trozos y el agua embalsada en ellas huyera a toda prisa en torrentes violentos que parece quisieran vaciar el cielo.

El ruido de las gotas en el suelo y en los tejados, golpeando cada superficie en tiempos diferentes y distintas distancias hace que los sonidos que llegan a mis oídos sean como una orquesta pluvial.
Rayo y mil truenos.

Abro las ventanas para oírlo todo mejor, para oler, y para sentir la brisa de tormenta, esa misma que mi tía me decía de pequeño que era mala y había que evitar a toda costa. No recuerdo la razón. Pero a mí me encanta el viento de tormenta.

Y es en estos momentos de placer sensorial, en el que palpo y saboreo el poder de la naturaleza fuerte y aplastante, que me siento tan afortunado. De estar debajo del tejado sobre el que patalea la lluvia, de tener ventanas, que puedo cerrar y abrir, paredes, cobijo, agua caliente, un baño con su ducha y su maravillosa taza (imaginaos la vida sin ella), comida, calor, alguien a mi lado, té, y así podría seguir infinitamente.

Se ha calmado.
Solo por un momento.
Vuelve el rugir, la música y la brisa.

Oscar PC
Club Kookaburra



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